miércoles, 18 de abril de 2018

No hay peor juez que uno mismo.

La habitación cada vez se hace más grande.
Cómo si tratara de hacerme quedar ahí para siempre.
Y es que no quiero salir.
Aquí me siento protegida.
Nadie me escucha,
ni mis gritos,
ni mi llanto.

Aquí puedo dejar de sonreír, dejar de creer que todo saldrá bien.
Me mato a mi misma, mato a mi personalidad
y ya que estoy, a mi autoestima.

Me digo todo lo que sé que piensan de mi pero me niego a creer.
Recorro mi cuerpo y voy enumerando mis defectos.
Hago memoria y hago una lista de las veces que me han fallado
y una más grande, de las veces que me echado la culpa por ello.

Recuerdo cada uno de los que me dijo que me quería para toda la vida
y al final sólo fue por un rato.
Y ni hablar de las veces que luche por algo y al final no obtuve.

En mi habitación me doy cuenta el asco que me tengo.
Y es que mi mente es mi peor enemiga,

no hay nadie que me juzgue tan fuertemente que yo misma.

Ojalá pudiera acabar conmigo misma.
Ojalá pudiera ser tan fuerte para irme, para desaparecer.



No hay comentarios:

Publicar un comentario