Todos los secretos contados, todas las sonrisas creadas entre lágrimas, todas las veces que me sentí segura por ti, todas aquellas caricias y palabras que me llenaban de felicidad, todo tú.
Cuando llegaste a mi vida no hiciste más que arreglarla, recoger y ordenar cada pedazo caído de mi alma y pegarlo con suavidad y amor, dándome las fuerzas y autoestima que había perdido, haciendo que volviera a ser quién era por tracciones de segundos, que eso, aunque parezca poco, era mucho.
Por fin había logrado levantarme sin sentir una piedra en el pecho, aquella piedra que me había tenido hundida en mis lágrimas por más de 10 meses, por un momento pensé que de verdad serias eterno, que tal vez la vida me había golpeado y cerrado cada puerta de mi mundo pero que tú habías construido una ventana para no ahogarme por dentro.
Olvidé, olvidé el dolor, olvidé sus promesas, olvidé su amor y ese fue mi gran error.
Dicen que estamos condenados a repetir nuestro dolor, que la vida hace todo vuelva a hacer igual sólo para que no vuelvas a cometer el mismo error.
Estoy en el punto en el cual o; sigo y vuelvo a repetir mi historia, o ,paro, me dices adiós, y no te pierdo del todo.
He luchado por ti, por cuidar con mucha cautela nuestra confianza y complicidad, por hacerte sentir la mitad de bien que tu lo has hecho por mi, pero al perecer, al igual que darlo todo en una relación no es suficiente, luchar y esforzarme por mantenerte cerca de mi, tampoco lo ha sido.
Te digo adiós mientras se me parte la segunda mitad mi corazón, gracias por todo lo vivido, te deseo lo mejor.
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