jueves, 17 de octubre de 2013

Admirarte, es un arte.

Me mira y juro que mi corazón se detiene.
Sus ojos me hechizan y hacen que me pierda en ellos sin posibilidad de encontrar una salida, pero en verdad, aunque la hubiera, nunca saldría.
Él se ríe y el mundo sonríe con él.
La suavidad de sus manos es indescriptible, él no es humano, pues logra algo imposible, devolverme una parte de la felicidad perdida.
Él es una excepción a las reglas, como un buen lunes, un desafío a la gravedad, una única personalidad.
El brillo de su sonrisa es capaz de iluminar un teatro, sus palabras capaces de aliviar el llanto más profundo y sus brazos, sus largos y perfectos brazos, dan más calor que mismísimo Sol.
Ya no hay dolor gracias a él, la soledad y la tristeza me están abandonado poco a poco después de tanto tiempo conmigo, y sí, por fin, por fin sonrío.


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