Sabía que no estas hecho para quedarte en solo lugar ni quedarte con una sola persona, en tu mirada se reflejaba las ansias de diversión y en tus actos el poco corazón y conciencia que poseías, pero me dio igual.
Te vi ahí sentado y aunque nunca te lo dije, ya sabía quien eras, de donde venías y que te faltaba, lo notaba en tus gestos, en tu seriedad y en tu rabia, notaba como te faltaba ese cariño que nadie nunca te ha dado y ese fue mi error, que yo quise dártelo; y por intentar salvarte a ti, acabaste hundiéndome a mi.
Por un momento pensé que lo había logrado, que por fin, después de tanto tiempo, había derribado esa pared doble de ladrillos muy bien sellados en el cual te protegías de cualquier tipo de amor, vi tu confianza totalmente depositada en mi, sentía como poco a poco empezaba a ser una necesidad para ti, necesidad de verme, de hablarme, de contarme que te había ocurrido a cada paso que dabas...
Los días pasaban, y con ellos, nuestra complicidad y amistad aumentaba. Las risas, como las peleas, nunca faltaban, y sin darme cuenta empezaba yo más a depender de ti que tu de mi, después de jurarme una y mil veces a mi misma que no volvería a querer a un amigo, llegaste tú y rompiste mis esquemas.
Prometiendo, como lo hacen todos, que a una amiga jamás se le hace daño, porque ante todo, es amiga.
Y te quise y creí en ti como pensé que no volvería a querer ni creer en nadie.
Y sin más, te fuiste, mi historia se volvía a repetir, cayeron varias lágrimas, sí esas mismas lágrimas que tú secabas a causa a de un " mal hombre que no supo valorarme " como tú lo llamabas, pero esta vez por ti.
Pero como ya te lo he dicho no te puedo odiar, sabía que tarde o temprano te cansarías de mi, me echarías de tu vida sin pensar y acabarías odiándome.
No hay comentarios:
Publicar un comentario