miércoles, 6 de febrero de 2013

Mis mariposas.


Me acuerdo de las mariposas, siempre llegaban cuando menos lo esperaba y más lo necesitaba. Me auguraban sueño, deseos, buenas noticias, alegrías y sonrisas.
Estaba viendo los mejores días de mi vida, los mejores meses.
Pero no sé por qué ni como, todo cambió ya no había nadie cuando yo necesitaba calor, le llamaba a su celular y nadie contestaba.
Nuestro amor poco a poco se fue llenando de polvo por su ausencia, lo buscaba y lo buscaba pero nunca lo encontraba. Grité mil veces su nombre tapada con mi almohada.
Y entonces llegó aquel fatídico día, recuerdo que todo había sido tan gris, la lluvia no dejaba de golpear mi rostro al caminar entre aquella arbolada tan alejada.
Después de pensarlo un tiempo, decidí quedarme quieta, sentarme en el césped y dejar que la lluvia se detuviera, al fin y al cabo empapada ya estaba, agua más agua menos no importaba mucho. Y tan pronto lo hice el sol comenzó a resplandecer, pensé que sería una buena señal; tiempo después me di cuenta que era para confundirme.
Seguí con mi camino hasta llegar a mi hogar, nuestro hogar, me senté en el sofá pensando en que lugar podía estar él, en que estaría pensando o haciendo, habían pasados casi 50 días sin hablar con él, sin saber nada de él.
Me dirigí a mi cuarto, encendí el PC, y ahí estaba, aquel mensaje que dictaría mi sentencia de muerte, y para ser sincera me lo esperaba, esperaba que él acabara con nuestro cuento de hadas, aquel cuento que para el nunca podría terminar. Sentí un curioso dolor en el estomago, como si una mano invisible me golpeara. Escuché un ruido proveniente de mi pecho y cayeron lágrimas de mis ojos.
Él nunca regresó, nunca supe por qué y a dónde fue, pero a cada paso que daba, una mariposa negra caía a mis pies. Todas muertas, como él, como yo.

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